domingo, 19 de agosto de 2007

Pirineo Perceval

Sí, cielo. Estuvimos en el cielo.

Quizá sin darme cuenta, he intentado alternar un rodaje en la ciudad con otro en la naturaleza. Hice Tras los pasos de Alcázar en un montón de sitios, casi todo exteriores; luego me encerré en un parking infernal para Parking. Después, me retiré al desierto con Huida a toca teja, antes de volver de nuevo a las calles para hacer Noches Rojas. Así que, estaba más que emocionado cuando salió adelante Perceval, porque sabía que iba a rodar en plena montaña, en escenarios naturales maravillosos, alejado de la civilización. Y a mí, eso, rodar en la naturaleza, me gusta más que nada en el mundo.

El primer día de rodaje fue en Panticosa. Arriba, donde está el balneario, en una cascada increíble de la que bebíamos agua directamente. Rodar allí no era nada fácil, se tardaba mucho en acceder, había que hacerlo con 4x4 y para colmo yo había preparado la pelea que tiene Perceval con los soldados de Galahad, subiendo las rocas por la cascada. De modo que, cámara al hombro, escalábamos plano a plano cada peldaño. Recuerdo cuando fuimos a localizar por primera vez. Estaba emocionado, trotando de roca en roca, cruzando de lado a lado de la cascada, mientras Adriano se acojonaba. Sabía que iba a ser jodido trabajar allí, pero estaba deseando que llegara el día. Manolo, un gran amigo que me ha acompañado en infinidad de rodajes, tiene la teoría de que cuanto más en contacto estés con la naturaleza, más energía recibes de ella. Esos dos días en Panticosa, yo estaba tan contento de poder rodar allí que estaba todo el día escalando las rocas, subiendo y bajando, tirándome por el suelo para indicar los encuadres, bebiendo de las caídas de agua…

Durante ese tiempo vivíamos en Jaca. Yo recuerdo las mañanas de ensayo en casa de Álvaro con Eus e Iván, en la terraza, justo debajo de la Peña Oroel, mientras Marta nos preparaba tacos de queso y nosotros destripábamos libros de caballería. Era como cuando vivimos en Loarre y venían ellos dos a mi casa y nos subíamos a la terraza con unas cervezas, el guión y mirábamos el castillo mientras hablábamos en latín.

Cuando localizamos el castillo por primera vez, recuerdo que al estar frente a él, me quedé quieto por la emoción. Aún no me podía creer que fuéramos a rodar allí. Era el sueño de toda una vida. La sensación que producía ver esas torres con el sol poniéndose no tenía comparación. Recuerdo un día que subimos con Patxi y estuvimos allí sentados, mirando el atardecer, sólo por verlo. Cuando llegó el rodaje recuerdo que la noche que más disfruté fue la que rodamos en el bosque el ataque bárbaro. Era justo la noche siguiente a que la cámara se rompiera y trajeran una nueva de Londres. También era el día después de mi botella de Bombay Shappire y tenía esa tranquilidad que te dan las resacas ligeras. Recuerdo estar recostado en la ladera del monte, Diego con la cámara al hombro y no sé quién diciéndome que si quería el monitor. Dije que no, que no me hacía falta. No sólo porque prefería ver la cara del actor ahí, en vivo y en directo; también porque ya llevaba suficientes días con Diego y confiaba en que iba a hacer lo que yo esperaba de él. Lo hacía incluso mejor. Óscar, uno de los eléctricos, me dijo que Mario Camus nunca utiliza monitor. Y yo me agarré a un árbol para ver la toma en vivo. Toda esa noche fue maravillosa, montaña arriba y abajo, subidos en el andamio para hacer el plano cenital, con Javi (de EFE-X) haciendo saltar la sangre a borbotones, ¡qué majo que es!

Luego vino el Día-D. Ése era el día del saqueo. El día que debíamos armarla muy gorda y que teníamos a un centenar de pavos vestidos y armados, dándose de bofetadas. Con fuego, humo, caballos, halcones, ovejas, cabras, gallinas, andamios de 8 metros, arqueros, lanceros, escoceses locos, niños… Una bandera colgada en lo más alto de la torre más alta, una catapulta (de Paul Verhoeven) que tenía que subir una grúa hasta donde le dije que la colocara y un montón de turistas que nos jodían con los flashes de sus cámaras de fotos. Para colmo, todo en hora mágica. Y fue mágico. Durante todo el día, la niebla cubrió todo el valle y parecía como si estuviéramos encima de las nubes. Fue una sensación única. Nina, la video assist, había roto todos los monitores (incluido el de Sergio) y no pude ver la escena. Tenía que confiar en Diego y, que días antes hubiera confiado en él, me dio seguridad cuando al acabar una toma el decía: “Hay que hacer otra”. Cuando tienes escenas de este tipo, solo hay un modo de hacerlas: Tirar todas las tomas que te permita el sol. Cuando se haga de noche, se acabó. Con más razón si, como era el caso, es un plano secuencia. Hicimos 9 tomas, las que el sol nos permitió. La que está montada es la toma 8. Diego me dijo en el rodaje, que solo valdrían la 8 o la 9, que él pensaba que era mejor la 8, pero quería tener otra opción por si acaso. Acertó. Sergio y yo estuvimos riéndonos durante esa escena, por lo surrealista de toda la situación, pensando en que le plano de nuestra vida había estado allí y no podíamos saber si lo teníamos allí o no, hasta que no viéramos el telecine. Algo después, en Madrid, en mi proyector lo vimos. Toma 8. Sergio y yo brindamos para celebrarlo.

Desde que Max apareció por el rodaje, me fui todos los días al rodaje con él en su Land Rover vetusto, con todas sus cintas de gaitas escocesas. Hablábamos del paisaje, de la naturaleza, del pasado… Fue como aquella tarde en que rodamos por segunda vez el plano de arranque de la película, con la cámara recuperada. Terminamos pronto y vi que Andrew se quedó haciendo fotos del atardecer en el valle. Me acerqué y nos quedamos allí un rato, mirando cómo se desvanecía la luz, sin apenas hablar, quizá comentando alguna tontería del sol en los árboles, de la sombra de las montañas y cosas así. Por el walkie sonó que yo debía ir al set. Le dije: “Let’s go”. Andrew asintió y dijo algo así como: “Has been an amazing moment”. Le sonreí y asentí. Sabía que no sólo se refería a la puesta de sol.

Estar allí, en las montañas, perdidos en la naturaleza, todos aquellos días… fue quizá lo mejor que nos trajo Perceval. Estoy deseando volver.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Rata, jefe de todas las ratas ¡que melancolía!. Yo no estuve en ese momento porque seguramente estaba en el lugar desde donde te llamó el walkie, pero si estuve en la "hora mágica", en la "noche bárbara" y en otros muchos momentos inolvidables e irrepetibles de los que todos aprendimos mucho. ¡Gracias Pablo! ¡Y adelante con la albañileria, je,je! Un besazo: Eo.

Aragüés dijo...

Como el asesino que visita de nuevo la escena del crimen... yo he vuelto hoy a Loarre. Y he visto ponerse el sol tras las murallas. Sólo tengo palabras de amor y lágrimas...

Anónimo dijo...
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Aragüés dijo...

Los que escribís comentarios anónimos criticando el trabajo de los demás, deberíais tener huevos a hacerlo a la cara y si podéis hacer lo mismo, hacedlo, poneos hacer vuestra peliculita y enseñadla. Echadle huevos. No vengáis a escribir mierdas a esta página.

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

Hola, anónimo desconocido:

Soy el administrador de la página, es decir, el encargado de moderar los contenidos de lo que en ella se cuelga.

Por si te interesa, he sido yo quien ha borrado los mensajes.

Porque nunca he consentido, ni consentiré, en mi propia página, que se ataque a miembros de ella de manera injustificada como tú haces en tus comentarios borrados.

No es este un lugar para el veneno que supuras, ni para tu oscuro rencor.

Espero que comprendas, si es que conservas algo de sentido común, que es un tema que nada tiene que ver con la libertad de expresión.

No enarboles banderas que no son tuyas y menos si no comprendes su funcionamiento. Y ten en cuenta que tu libertad de expresión termina donde empieza la mía como administrador de todo este tinglado.

Por último, me he engargado de rastrear tus visitas en el servidor y ya he puesto la información obtenida en manos de un par de informáticos. Dentro de poco, si tu ordenador hace cosas extrañas, no te preocupes (o sí, eso, depende de ti): somos nosotros buscando al cobarde que se esconde tras el anonimato.

Por mi todo este tema puede terminarse aquí, sin más complicaciones.

Quiero que sepas que aquí, en mi casa, en mi página, no tienes ni voz, ni voto, querido desconocido.

En otras, puede que sí, puede que su libertad de expresión (libertad para insultar, desde tu punto de vista)sea más flexible que la mía.

Prueba en esas páginas.

Aquí, eres persona non grata.

Anónimo dijo...

No sé quien es el anónimo huevón que va poniendo comentarios merecedores de ser borrados, pero sea quien sea, debe ser alguien que tiene mucho rencor o que no conoce bien a la gente que frecuenta por akí. Yo sólo quiero decir que soy Eo, y que no puse mi nombre por pereza, pero que no haya malentendidos porque aparezco como ánomino en la primera entrada-comentario.Por cierto, Pablo, envidio que hayas podido estar de nuevo en Loarre y espero que Max estuviera también allí. Un besazo para tí y para Victor. Aurora

Aragüés dijo...

Gracias por todos los comentarios de apoyo. La envidia y el rencor no sirven y de mucho y menos cuando se esconden tras el anonimato en internet... ¡qué cosa tan cobarde! Pero, desconocido, que sepas que el tiempo te pondrá en tu sitio.