viernes, 23 de febrero de 2007

Perceval Now

Yo creo que una de las películas que más han influido en mi vida es Apocalypse Now. No sólo por la historia, no sólo por los personajes, no sólo por el director, no sólo por la circunstancias… es por todo. Y más.

Me parece una de las grandes, perfectamente a la altura de Ciudadano Kane, Blade Runner u otros greatist hits de las listas habituales en las revistas de cine. Recuerdo la primera vez que la vi. Me impresionó muchísimo. Veo en mi cabeza como si fuera ahora a Martin Sheen en su habitación de ese hotelucho de Saigón, agonizando. Veo a Robert Duvall gozando con el olor del Napalm por la mañana, veo a Marlon Brando acariciándose su cráneo calvo… Como si fuera ahora mismo.

Su final siempre ha sido muy discutido. A mí me parece formidable. Lo adoro, de verdad. Estoy acostumbrado a que la gente no comparta esa opinión. Me da igual.

Creo que todo lo que he hecho, de un modo u otro, se parece a Apocalypse Now. ¡Un momento! No me malinterpreten. No piensen que digo que lo que yo he hecho se acerca al nivel de esa película, pero los que vivimos, como dijo Vigalondo, intentando hacer sucedáneos de Boogie Nights, tenemos siempre un objetivo en la cabeza. El mío es Apocalypse Now. Soy demasiado inepto como para conseguirlo, pero lo suficientemente estúpido como para caer una y otra vez en la misma piedra. Perceval es el claro ejemplo de ello.

Cuando, hace ya tres largos años, empecé a preparar Perceval, sabía que sería una empresa titánica, difícil y arriesgada, pero no podía imaginar cuánto. Por el camino ha pasado mucha gente, algunos de ellos han estado desde el principio, otros han aparecido, otros se han largado a mitad de camino y a otros los he mandado yo a paseo.

A mí me gusta arriesgarme y hacer cosas que parecen imposibles, superarme a casa proyecto que emprendo y que ello implique todo lo profesional y todo lo personal. Si además, eso implica envolverte en la naturaleza y perderte en las montañas durante un tiempo, a mí me parece la gloria. Cuando Francis Ford Coppola dice que en un rodaje mastodóntico, un director de cine es posiblemente una de las personas más poderosas del universo, no va desencaminado. Quizá no sea del universo de los funcionarios y financieros, pero basta con que lo sea de su propio universo endogámico. Cuando tienes a tu disposición a un gran número de gente, dinero, material, talentos, tiempo e ilusiones te sientes como si fueras Dios.

Claro, que nunca piensas que un rodaje te va a costar la salud, la ruina, amigos que dejan de serlo, novias que dejan de serlo, colaboradores que dejan de serlo y todo lo que conlleva una experiencia brutal y auténtica. Por otra parte, también hay que decir que conoces a otra gente, con muchas ideas que te abren nuevas metas y que sabes que en el futuro te ayudarán a hacer lo que quieres hacer en esta vida. Pero cuando los concursantes de Gran Hermano salen de la casa y no pueden hacer frente a la realidad, AHORA LOS ENTIENDO.

Aquellos días en mitad de la nada fueron muy duros, las más de las veces una océano de extremo agotamiento. Pero fueron increíbles. Fueron irrepetibles. No los cambiaría por nada del mundo. Ver ponerse el sol tras las murallas de Loarre, con un centenar de gente vestida y armada, corriendo de lado a lado, voces, gritos, golpes de espada, caballos a toda leche, nervios, uñas carcomidas, megáfonos, walkis, chasis que se cambian, cosas que fallan, cosas que salen bien… todo eso no tiene comparación con nada en el mundo.

Loarre no es Filipinas, pero puedo entender lo que sintió la gente allí. Es la sensación de ir a otro mundo, a un lugar sin ley, donde tú pisas la realidad con cada paso que das. Un mundo que es tu realidad por completo, donde esa delgada línea roja que es la frontera entre ficción y realidad deja de existir. Por eso, cuando vuelves al mundo real, nada es lo mismo.

No sólo por mí, sé que mucha gente volvió del rodaje y, efectivamente, dejó sus estudios, dejó su trabajo, dejó su casa, dejó a su novio, dejó a su novia, dejó todo. Es como ir a una guerra, pero para niños pijos: sabes que nunca lograrás superar lo que viviste allí, al menos en mucho tiempo. Necesitas acción, estar donde silban las balas. Ya nada es igual.

Ha pasado un tiempo desde que todo ello acabó y, cuanto más habló con la gente que estuvimos allí, en primera línea de fuego, más me doy cuenta de que no lo hemos superado, de que nos ha cambiado, de que somos otros y aún no lo hemos podido asimilar. Tardaré años en poder explicar porqué tenemos todos esta sensación, porqué estamos todos tan sensibles, porqué somos tan sinceros y porqué estamos siempre con las emociones a flor de piel, como si hiciera dos días que estamos enamorados y no supiéramos expresarlo. Tardaré tiempo en poder explicarlo, porque no tengo la distancia necesaria para poder entenderlo, pero me doy cuenta de ello, de que esta película nos ha cambiado. Nos sé si nos habrá hechos mejores personas o no, pero nos ha hecho distintos.

Versionando a Michael Herr:

Hay quienes tuvieron infancias felices, nosotros tuvimos Perceval.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Eres un Herzogista de pura cepa. ¡Me encanta!

Hunter Z Top dijo...

Pablo, es cierto, rotundamente cierto ahora solo esperamos el momento de contemplar la gloria.

Aragüés dijo...

Jejeje. Me gusta lo de contemplar la gloria, ¿a qué me recordará eso...?

Anónimo dijo...

Novias? Tenía varias?

Aragüés dijo...

Mmmmmm... Ojala!

Anónimo dijo...

que paso con un escoces que habia en el estreno

Aragüés dijo...

Pues que tocó la gaita de putísima madre. Max es un tío grande!