miércoles, 7 de abril de 2010

Polanski es uno de los grandes

Eso es lo primero que me vino a la cabeza en los primeros minutos de El escritor, película que debería haberse traducido por El negro, pero supongo que no lo encontrarían pólíticamente correcto.

No hablaré en detalle de otras películas de Polanski, ya que hablé de ellas con anterioridad, sin embargo sí que diré que mis favoritas son aquellas en las que un hombre se ve atrapado sin comerlo ni beberlo en una turbia trama en la que las mujeres siempre le llevan por mal camino y sus propios fantasmas por otros peores. Lo que más me gusta de estas películas suyas (Frenético, La novena puerta, Lunas de hiel, Chinatown, El escritor) es la atmósfera. Ya sea un París asfixiante, un sur de Francia lleno de aristócratas satánicos, un crucero al infierno, Los Ángeles por sumidero o una isla heladora y horrible de los USA. En todas ellas consigue atrapar a los personajes y al espectador en una pesadilla de la que es imposible escapar, para empezar porque está dentro de uno mismo.

En El Escritor, Polanski vuelve a conseguirlo y acierta con una de sus mejores películas (a pesar de que es previsible desde el minuto 20), se disfruta simplemente por la puesta en escena, por el impertinente humor inglés de Ewan McGregor, por esa música mezclada tan abajo como a él le gusta y por esos momentos "de conspiración" que tanto partido sabe sacarles. Un ejemplo claro, cuando McGregor entra en la casa del profesor universitario y su mujer está hablando por teléfono diciendo que ha llegado y cierra la puerta y sabemos que está firmando su sentencia de muerte.

Sin embargo, me quedo con el jardinero japonés que, a modo de un moderno Sísifo, barre una y otra vez la mierda del jardín del ex primer ministro, sin conseguir limpiarlo nunca, del mismo modo que es imposible limpiar la mierda del político.

Aunque hay que decir que solo por el comienzo, la película ya es grande. Empieza sin créditos ni ni fundidos, directamente. Con la imagen de un monstruoso ferri abriéndose. Cuando hace ese corte brusco al cadáver, balanceándose en las olas de esa playa inhóspita... Ahí fue cuando me dije a mí mismo que Polanski es un chacho cabrón.

Un disfrute.

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