sábado, 18 de abril de 2009

El hombre que no estaba allí

Un director de los que se habla sólo cuando saca una nueva película es Polanski y, la verdad, es que nunca he entendido porqué. Sin ser uno de esos que cualquiera colocaríamos en un Top 5, es de seguro uno de los que fácilmente se le reconoce no sólo como un buen profesional y un buen artesano, sino como un cineasta.

Escándalos a parte - cosa que no atenderé, dado que prefiero juzgar la obra de los artistas, no sus vidas - el bueno de Roman ha dado a la última parte del siglo XX unas cuantas buenas películas. Normalmente, se le ensalza al hablar de El pianista, película que - aunque quede mal decirlo por su temática - a mí me parece anodina. Para hablar de Polanski, me centraré en otras películas suyas que tampoco son - estas sí que me parecen más que brillantes - ni La semilla del diablo, ni Chinatown. Tampoco es la sobresaliente El baile de los vampiros, no. Me referiré a tres: Frenético, Piratas, Lunas de hiel y La novena puerta.

Frenético es sencillamente una de mis películas favoritas. Sí, sí, en serio. Para los que no la tengan fresca y no la recuerden más que como un thriller de pasar el rato, ¡que la vuelvan a ver por dios! En primer lugar, echa por la borda el mito yanki del París romántico. Un matrimonio acomodado vuelve a París 30 años después de que pasaran allí su luna de miel para revivir la magia de antaño. ¿Y qué se encuentran? Un secuestro y muchas bofetadas. Una de ellas, y bien grande, es la estupidez de los americanos - mucha mala leche de Polanski se ve claramente al retratar a la gente de la embajada-. No en vano, Polanski nunca estuvo a gusto en los USA. No olvidemos que, escándalos sexuales a parte, allí mataron a su mujer. Pero el genio de Polansli no termina ahí, sitúa a los personajes entre unos terroristas árabes y unos israelíes y uno no sabe quién es más inepto de todos ellos. Solo la chica joven, promiscua, que flirtea con las drogas, vividora de la noche y - lo más importante de todo - inocente, es la única inteligente y de buen corazón.

París nunca ha estado tan sucio y tan feo. ¡Si hasta termina con un camión de la basura alejándose! (Díganme, señores del jurado, cuántos cubos de basura han visto en París en una película, como en Frenético. Y ahora, díganme si sigue siendo casualidad). Harrison Ford descalzándose en una azotea llena de cagadas de paloma y Emmanuelle Seigner cayéndose por los tejados con esos minivestidos son sólo un remate a todos esos pequeños detalles, dignos del loco de Polanski. Como cuando Ford no puede salir de la casa del tal Dédé, porque hay una pareja haciendo el amor en el rellano. Si Polanski fuera español, aplaudiríamos su costumbrismo (o lo habríamos machacado, claro está).

De Frenético podría seguir horas y horas, hablando de la maravilla de guión, de momentazos como la banda tocando en un barco en el Sena, del secuestro de la mujer de Harrison Ford o, cómo no, del pedazo de baile que se marcan él y Seigner. Eso sí que lo dejo aquí, que merece la pena.



Piratas es la primera película que recuerdo haber visto en el cine. Tengo la imagen grabada: las aletas de los tiburones rodeando la balsa de Walter Mathau y yo metiéndome, totalmente acojonado, debajo de la butaca. ¿Qué tendría? ¿3 o 4 años? En estos tiempos de triunfo del género de piratería, Piratas queda como un vehículo cojo y deslabazado, pero nunca hay que olvidar los años en los que se hizo. Los mismos del Gran Halcón, de las comedias de John Landis y de toda una tradición deconstructivista que venía de diez años antes. Veo el guión de Piratas y me siento muy identificado con todas las cagadas que he hecho a lo largo de los años: Absolutamente bienintencionadas, pero irremediablemente abocadas al fracaso. La película está hecha para reír y, si no te da la gana, no te ríes nada. Pero está hecha con la mejor de las intenciones y Mathau está soberbio. Para mí es una pequeña joya, como una hermana pequeña de Robin y Marian.

¿Qué poder decir de Lunas de hiel? Quizá una de las películas más incomprendidas de Polanski, pero realmente de las más lúcidas. Elegir a un memo como Hugh Grant es una perfecta decisión de casting y todo el resto del reparto esta increíble. Desde la frígida Kristin Scott Thomas al truculento Peter Coyote. Ese tercer acto en el barco, con esa fiesta decadente entre cuarentones, serpentinas y globos deshinchados - que sé de buena tinta que hace las delicias del amigo Víctor - es una muestra de auténtico cine y verdadera miseria humana. ¡Ah! Y la escena del yogur con Faith de George Michael, ¿que no os acordáis? Hay que ser un genio para pensar en coger una canción de ese tipo y construir una escena así ¡y con esa radio! (a partir del minuto 2:37):



Por último, La novena puerta. Supongo que aquí, en este país nuestro, le tocaba que la pusieran a caldo, sólo porque es una novela de una de los mejores escritores autóctonos vivos: Pérez-Reverte. Sin embargo, y a pesar de las malas críticas, yo pienso que es una película la mar de interesante y entretenida. Si la pillo en la tele, no puedo evitar quedarme a verla. Me parece que Johnny Depp está fabuloso y el ritmo, las localizaciones, la trama, la fotografía, la música de Kylar.... todo está a pedir de boca. Como ese momentazo en París que Depp vuelve a la biblioteca de la baronesa o lo que fuera y se la encuentra muerta y en llamas, con el cadáver sobre el mando de la silla de ruedas, moviéndose como por embrujo. Muchos puntos de referencia entre Frenético y La novena puerta... Y es que Polanski, creo, destaca por esos brillos, esos momentos estelares, que otro director con menos fantasmas no pensaría.

Por eso quizá me guste, porque habla de algo en todas sus películas, algo que me interesa sobremanera: la pérdida de la inocencia. Revisad sus películas y veréis como es así. Como siempre, al principio, todo es idílico y, poco a poco, se va jodiendo. La vida corrompe la propia inocencia. Precisamente, como su vida.

Es más, como la vida misma.

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