Hacer cine causa dolor. Sí, claro que causa alegría. Pero también dolor. Supongo que lo mismo pasa a quien hace música, a quien escribe, a quien pinta o a quien construye una casa, pero como lo que yo conozco es esto del cine, pues es de lo que hablo.
Yo me di cuenta del dolor que se causa haciendo cine mientras rodaba Las 5 muertes de Ibrahim Gonsález. A que sorprende, ¿verdad? Los que sigáis este blog pensábais que iba a decir Perceval, ¿a que sí? Pues no, fue con el amigo Ibrahim, un rodaje relativamente sencillo que, más que otra cosa, fue un paseíto por el campo.
Sin embargo, muchas cosas no marcharon como debieron y alguna amistad se ha visto resentida por eso. Y mientras rodábamos la escena de la piscina, con un calor asfixiante en noviembre, me di cuenta de que - aunque no quieras - es imposible no infligir un poco de dolor al hacer cine.
Hay muchas maneras de causar dolor: Puede ser una cosa simple, como hacerle sentir a alguien incómodo por verse metido en una discusión; o algo más complicado, como que conduzca cuando no debería. Y estas a ojos de todo el mundo, seguro que parecen nimiedades, pero siempre se empieza por eso, por muy poco. Y no solo causas dolor a los que están en el rodaje. También lo haces a los que están alrededor y a los que están lejos: Pueden estar echándote un cable con lo que sea o dejándote pasta para que termines la historia.
De cualquier manera, hacer cine puede ser algo muy destructivo: Destruye amistades, relaciones familiares, parejas, equipos... pero también une a desconocidos, fortalece familias, empareja a enamorados (o enajenados de amor) y forma nuevos equipos que trabajarán en el futuro. No es culpa del cine, es culpa de las personas. A mi me gusta hacer cine, porque me gustan las personas, me gusta trabajar en equipo. Sin embargo, somos nosotros mismos los que lo hacemos difícil: tocando las narices, empeñándonos en hacer las cosas de una sola manera, discutiendo, acaparando, robando, trapicheando o, como no, aprovechándonos de los demás.
Todo esto que he mencionado lo he vivido en muchos rodajes. También yo soy culpable de algunas (como ser un cabezota), pero un rodaje es una pequeña muestra sociológica de nuestra sociedad donde nos encontramos de todo. Un rodaje te trae gente estupenda y también te hace partir peras con determinadas personas. Y ojo, que hablo de rodaje como palabra genérica, porque la preproducción, la postproducción y la promoción te pueden dar tantas alegrías como desengaños. Por suerte, yo he conocido a gente brillante a raíz de un rodaje: Sergio López -Eraña, trabajamos sin conocernos en Huida a toca teja y a día de hoy tengo la suerte de contarlo como uno de mis mejores amigos; Eus Barrera, le fiché para Jinetes en la tormenta (hace ya casi 9 años) y más que un amigo es un alma gemela y compadre; Fernando Lueches, tras Perceval tengo la inmensa suerte de contar con su amistad y toda su valía profesional; Manuel López, quizá el tío más grande que ha dado esta tierra, nos conocimos hace 8 años y tras el rodaje de Tras los pasos de Alcázar le considero parte de mi familia; David Acereto, trabajamos juntos para Myspace en Barcelona en 2008 y a día de hoy no sólo es que compartamos proyectos y que sea un tío de puta madre, sino que es un amigo cojonudo. Hay otros, claro. Y amigos que se han dejado engañar para la tortura que es un rodaje, pero ya eran amigos de antes, como Álvaro Víctor, Patxi o Sancho.
Y también hay gente a la que no volveré a ver o no hablaremos más por un rodaje. ¿Eso no es dolor? Sobre todo cuando ¿es necesario terminar las cosas tan mal?
Así que causas dolor a los demás y a ti mismo. Tú te puedes destrozar por dentro. Claro que, como dice Kase.O, un hombre no se mide por las veces que se cae, sino por las que se levanta.
Yo dije, después de Perceval, que no quiera volver a hacer cortos. Y tampoco estaba muy interesado en hacer cine, la verdad. Porque cuando no solo pierdes amigos, familia y novia, sino que pierdes tu alma por el camino... hostia, levantar la cabeza no es tarea fácil. Esta trilogía de cortillos de shot motion han sido mi penitencia y también mi salvación: me han devuelto el apetito.
No tengo ganas de hacer nada de lo que tenía pensado antes de Perceval. Al menos no del mismo modo. Porque si al hacer cine es inevitable causar dolor, al menos que no me taladre en el intento. Igual por eso el amigo Nacho Lasierra me decía que con Ibrahim parecía vovler de mis cenizas. Igual por eso me identifico tanto con el tema Renacimiento de Kase.O.
La cuestión es no puedes evitar causar dolor haciendo cine, ni a tí ni a los demás. Por eso hay que hacer que merezca la pena, que la película lo valga, que entretenga a la gente y que tú puedas verla sin querer tirarte por el balcón. Y para eso hay que cuidar todo: el guión, la preproducción, el rodaje, la postproducción, EL SONIDO, la promoción, la distribución... y la proyección, por favor. Sino, no solo se echa a perder todo el trabajo de todo el mundo, sino que tu alma se cuela por el sumidero.
3 comentarios:
Valiente!
Vb
Cuanta razon tienes!
hasta el infinito y más allá
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