Estos días estoy leyendo mucho acerca de la edición especial en DVD de Fiebre del sábado noche, una película que en el imaginario colectivo es una sucesión de bailes, fiesta, cachondeo y canciones horteras y pegadizas. Toni Manero, el personaje interpretado por Travolta, y sus escenas de baile han sido parodiados hasta la saciedad y hoy día sólo podemos recordar esa película original como una amalgama de tonterías y mal gusto. Nada más lejos de la realidad.
La película de John Badham (un tío que ha hecho algunas cosas interesantes, como ese Drácula – el primero donde el conde vampiro se guía por el amor, antes que el de Coppola – con Frank Langhella) es un claro ejemplo de lo que una película comercial, con un envoltorio altamente vendible puede esconder en su interior.
Vale, la cosa va de que Toni Manero es un veinteañero italoamericano de Nueva York y baila como dios y se liga a todas las chicas. Muy bien, todos podemos decir eso, recordando o simplemente hurgando en el subconsciente colectivo. Pero, a ver. ¿Cuántos la hemos visto de verdad? Muchos seguro que ni una vez. Otros, hace la de dios y ni nos acordamos. Volved a verla. De verdad. Es una película que, a pesar de lo que se pueda pensar prejuzgando, ha sobrevivido muy bien al paso del tiempo. Es más, ha envejecido como el buen vino. Entonces, Toni Manero baila, claro. Pero ¿por qué baila? Porque es lo único que hace bien. Es lo único que tiene en la vida.
Vive en un barrio de mierda, con una familia numerosa que no tiene un duro, es empleado de una ferretería y gana dos pesetas… no tiene futuro. Es un paria. Igual que sus amigos. Igual que su familia. Su hermano, al que toda la película se pasan elogiando por ser sacerdote, aparece a mitad de la misma hecho un cristo. ¿Por qué? Porque ya no cree en Dios. Tiene una crisis de fe y quiere dejar le sacerdocio. En ningún momento se dice – por la censura de la época – pero se entreve claramente que es porque es homosexual. Sus amigos están bien jodidos. Sobre todo uno de ellos, el pringao. El que no es tan guapo, ni liga tanto ni baila tan bien y, claro está, este chaval sin futuro a la vista, está hecho puré. A mitad de la película el tío se toma unas anfetas y acaba tirándose por el puente de Brooklyn. Esa escena dura sus buenos minutos, no es una tontería en plan Spiderman con música atronadora y planos efectistas. Es una escena que ya quisiera Fernando León de Aranoa. Es realista, jodida, dura. Y cuando el chico cae al río te aseguro que se te encoge el corazón. El padre de Toni Manero es un tipo autoritario chapado a la antigua. No es ningún personaje demagogo como el cine de hoy en día – sobre todo nuestro adorado cine español – acostumbra a hacer, que parece que los malos son malísimos, ni siquiera personas. Hay un momento en que le pega una colleja a Travolta y ¿qué responde él?: “¡Papá, que me despeinas!” A mí eso me parece increíble.
Toni Manero va la discoteca 2001 odyssey porque sólo hay puede ser alguien. En otro enfrentamiento con su padre, le dice: “Jamás me dijiste que fuera bueno en nada y hoy, en la pista, me lo han dicho dos personas”. Travolta conoce a muchas chicas que están locas por él, pero con Stephanie tiene un algo más. Ella es una pija de Upper East Side, una señoritinga, una niña pija con pasta, casa y futuro. Todo lo contrario que Travolta. Su final no es un final feliz, ni siquiera bailando hacen buena pareja. Además, en lo relativo al sexo, la película tiene una escena fantástica en la que uno de los compañeros de correrías de Travolta se está ventilando a una chica en el coche comunal. Los otros, afuera, le meten caña para que termine de una vez, que tiene que usar el coche. El tipo, baja la ventanilla y les dice algo así como que sólo le ha dado tiempo de meterle el dedo, que le den más tiempo. Los otros se cabrean y acaban entrando en el coche y mandando a la mierda a la chica. ¿En qué película comercialoide habéis visto una escena así?
Lo que le pasa a Fiebre del sábado noche, es que se la asocia directamente con el otro mega hit de Travolta: Grease y eso es un completo y tremendo error. Grease es una película chicle, la masticas y la tiras. No hay más cera que la que arde. Una historia tonta, canciones pegadizas y sin trasfondo y un montón de tonterías que, si bien la película es entretenida y todo eso, no va más allá. Fiebre del sábado noche es totalmente la otra cara de la moneda. Un envoltorio simplón, pero lleno de miga. Esta película habla del poco futuro de los barriobajeros neoyorquinos, de una sociedad patriarcal en decadencia, de la homosexualidad, del cambio de todos los valores y que, ante todo eso, un acto físico, puro e libre como es el baile, puede ser la única esperanza para los desesperanzados. Fiebre del sábado noche y Grease no tienen nada en común salvo el actor protagonista. Donde Grease es vacía, Fiebre del sábado noche está llena. En Grease, Travolta es una estudiante idiota; en Fiebre del sábado noche un currela de mierda. Todos nos acordamos de la secuencia de Toni Manero caminando por la calle al ritmo de los BeeGees, ¿verdad? Todo chulo, con su traje hortera, sus botas italianas y toda esa mandanga. Pero ¿qué lleva Manero en la mano? Un bote de pintura, una puta mierda de bote de Titanlux que lleva a la tienda porque le han mandado comprarlo y, cuando llega, le echan la bronca porque no es el correcto, porque llega tarde y yo qué sé más.
Fiebre del sábado noche es Malas calles con música disco, bailes y algunas horteradas, pero habla de lo mismo. De un grupo de gente sin futuro. Ya podrían hoy día hacer bombazos como en su día fue esta película con tanta calidad, soltura y humildad.
La película de John Badham (un tío que ha hecho algunas cosas interesantes, como ese Drácula – el primero donde el conde vampiro se guía por el amor, antes que el de Coppola – con Frank Langhella) es un claro ejemplo de lo que una película comercial, con un envoltorio altamente vendible puede esconder en su interior.
Vale, la cosa va de que Toni Manero es un veinteañero italoamericano de Nueva York y baila como dios y se liga a todas las chicas. Muy bien, todos podemos decir eso, recordando o simplemente hurgando en el subconsciente colectivo. Pero, a ver. ¿Cuántos la hemos visto de verdad? Muchos seguro que ni una vez. Otros, hace la de dios y ni nos acordamos. Volved a verla. De verdad. Es una película que, a pesar de lo que se pueda pensar prejuzgando, ha sobrevivido muy bien al paso del tiempo. Es más, ha envejecido como el buen vino. Entonces, Toni Manero baila, claro. Pero ¿por qué baila? Porque es lo único que hace bien. Es lo único que tiene en la vida.
Vive en un barrio de mierda, con una familia numerosa que no tiene un duro, es empleado de una ferretería y gana dos pesetas… no tiene futuro. Es un paria. Igual que sus amigos. Igual que su familia. Su hermano, al que toda la película se pasan elogiando por ser sacerdote, aparece a mitad de la misma hecho un cristo. ¿Por qué? Porque ya no cree en Dios. Tiene una crisis de fe y quiere dejar le sacerdocio. En ningún momento se dice – por la censura de la época – pero se entreve claramente que es porque es homosexual. Sus amigos están bien jodidos. Sobre todo uno de ellos, el pringao. El que no es tan guapo, ni liga tanto ni baila tan bien y, claro está, este chaval sin futuro a la vista, está hecho puré. A mitad de la película el tío se toma unas anfetas y acaba tirándose por el puente de Brooklyn. Esa escena dura sus buenos minutos, no es una tontería en plan Spiderman con música atronadora y planos efectistas. Es una escena que ya quisiera Fernando León de Aranoa. Es realista, jodida, dura. Y cuando el chico cae al río te aseguro que se te encoge el corazón. El padre de Toni Manero es un tipo autoritario chapado a la antigua. No es ningún personaje demagogo como el cine de hoy en día – sobre todo nuestro adorado cine español – acostumbra a hacer, que parece que los malos son malísimos, ni siquiera personas. Hay un momento en que le pega una colleja a Travolta y ¿qué responde él?: “¡Papá, que me despeinas!” A mí eso me parece increíble.
Toni Manero va la discoteca 2001 odyssey porque sólo hay puede ser alguien. En otro enfrentamiento con su padre, le dice: “Jamás me dijiste que fuera bueno en nada y hoy, en la pista, me lo han dicho dos personas”. Travolta conoce a muchas chicas que están locas por él, pero con Stephanie tiene un algo más. Ella es una pija de Upper East Side, una señoritinga, una niña pija con pasta, casa y futuro. Todo lo contrario que Travolta. Su final no es un final feliz, ni siquiera bailando hacen buena pareja. Además, en lo relativo al sexo, la película tiene una escena fantástica en la que uno de los compañeros de correrías de Travolta se está ventilando a una chica en el coche comunal. Los otros, afuera, le meten caña para que termine de una vez, que tiene que usar el coche. El tipo, baja la ventanilla y les dice algo así como que sólo le ha dado tiempo de meterle el dedo, que le den más tiempo. Los otros se cabrean y acaban entrando en el coche y mandando a la mierda a la chica. ¿En qué película comercialoide habéis visto una escena así?
Lo que le pasa a Fiebre del sábado noche, es que se la asocia directamente con el otro mega hit de Travolta: Grease y eso es un completo y tremendo error. Grease es una película chicle, la masticas y la tiras. No hay más cera que la que arde. Una historia tonta, canciones pegadizas y sin trasfondo y un montón de tonterías que, si bien la película es entretenida y todo eso, no va más allá. Fiebre del sábado noche es totalmente la otra cara de la moneda. Un envoltorio simplón, pero lleno de miga. Esta película habla del poco futuro de los barriobajeros neoyorquinos, de una sociedad patriarcal en decadencia, de la homosexualidad, del cambio de todos los valores y que, ante todo eso, un acto físico, puro e libre como es el baile, puede ser la única esperanza para los desesperanzados. Fiebre del sábado noche y Grease no tienen nada en común salvo el actor protagonista. Donde Grease es vacía, Fiebre del sábado noche está llena. En Grease, Travolta es una estudiante idiota; en Fiebre del sábado noche un currela de mierda. Todos nos acordamos de la secuencia de Toni Manero caminando por la calle al ritmo de los BeeGees, ¿verdad? Todo chulo, con su traje hortera, sus botas italianas y toda esa mandanga. Pero ¿qué lleva Manero en la mano? Un bote de pintura, una puta mierda de bote de Titanlux que lleva a la tienda porque le han mandado comprarlo y, cuando llega, le echan la bronca porque no es el correcto, porque llega tarde y yo qué sé más.
Fiebre del sábado noche es Malas calles con música disco, bailes y algunas horteradas, pero habla de lo mismo. De un grupo de gente sin futuro. Ya podrían hoy día hacer bombazos como en su día fue esta película con tanta calidad, soltura y humildad.
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