Hace nada he tenido la oportunidad de ver varios cortos que, debido a que intento no prodigarme por saraos cinematográficos, me había perdido.
En concreto hablo de la cosecha de cortos aragoneses del año pasado. Entre ellos están Niño balcón de Pilar Palomero y Tengo un secreto de Carlos Val. Como no soy crítico de cine ni nada parecido, no voy a utilizar discursos trillados, que por otra parte son ciertos: destacan por una calidad tremenda y están contados con elegancia y más que saber hacer. Pero es que estos dos cortos me han impresionado.
Carlos Val, al que tengo la suerte de conocer aunque sea bien poco, acierta de nuevo y es que pienso que tiene talento para transmitir sensaciones a través del cine. Su anterior corto, El iglú me dejó pasmado hace un par de años. Era una historia de soledad, aburrimiento y descubrimiento que te llevaba hasta los parajes desolados donde había sido rodado. Para colmo tenía escenas como la de la chica en la bicicleta, con esas gallinas de por medio que era algo increíble.
Esta vez, con Tengo un secreto, vuelve a universos similares. Sin apenas diálogo y colocando la cámara en lugares absolutamente inesperados, cuenta la historia poco a poco sin que se haga larga en absoluto. Como la vez anterior, Carlos demuestra seleccionar muy bien a sus actores y dotarles de una naturalidad que ya querríamos muchos.
En cuanto a Pilar Palomero... me ha impresionado Niño Balcón. Para empezar, por ver a ese grande que es Joaquín Murillo, de narrador gitano. Para seguir porque te cuenta una historia sin concesiones, a hostia limpia y pasando de una cosa a otra con total soltura. De nuevo, el reparto está cuidadosamente seleccionado y, no sé quién es, pero la actriz protagonista se come la pantalla.
Todos los elementos del corto lo constituyen como posiblemente el mejor de esta tierra el año pasado (aunque este tipo de ránkings no valgan para nada), impecable fotografía, música, montaje, secuencia de créditos... Pero creo que en la sublectura de su historia es donde está la chicha: En menudos jardines te metes tú mismo sin poder salir de ellos, hasta que logras atrapar a otro en todo ese follón. Así, te das cuenta de que tú eras el que te impedías a ti mismo salir de todo eso. Como el testigo lo has pasado, esos fantasmas que te has quitado de encima... Uno se libera cuando el otro se engancha.
Como la vida misma...
P.D.: Dejo un link al blog del amigo Nacho Lasierra que, a propósito de los cortos, ha escrito de algo que a todos los que hemos hecho alguno nos llega al alma: las proyecciones (mal hechas).
En concreto hablo de la cosecha de cortos aragoneses del año pasado. Entre ellos están Niño balcón de Pilar Palomero y Tengo un secreto de Carlos Val. Como no soy crítico de cine ni nada parecido, no voy a utilizar discursos trillados, que por otra parte son ciertos: destacan por una calidad tremenda y están contados con elegancia y más que saber hacer. Pero es que estos dos cortos me han impresionado.
Carlos Val, al que tengo la suerte de conocer aunque sea bien poco, acierta de nuevo y es que pienso que tiene talento para transmitir sensaciones a través del cine. Su anterior corto, El iglú me dejó pasmado hace un par de años. Era una historia de soledad, aburrimiento y descubrimiento que te llevaba hasta los parajes desolados donde había sido rodado. Para colmo tenía escenas como la de la chica en la bicicleta, con esas gallinas de por medio que era algo increíble.
Esta vez, con Tengo un secreto, vuelve a universos similares. Sin apenas diálogo y colocando la cámara en lugares absolutamente inesperados, cuenta la historia poco a poco sin que se haga larga en absoluto. Como la vez anterior, Carlos demuestra seleccionar muy bien a sus actores y dotarles de una naturalidad que ya querríamos muchos.
En cuanto a Pilar Palomero... me ha impresionado Niño Balcón. Para empezar, por ver a ese grande que es Joaquín Murillo, de narrador gitano. Para seguir porque te cuenta una historia sin concesiones, a hostia limpia y pasando de una cosa a otra con total soltura. De nuevo, el reparto está cuidadosamente seleccionado y, no sé quién es, pero la actriz protagonista se come la pantalla.
Todos los elementos del corto lo constituyen como posiblemente el mejor de esta tierra el año pasado (aunque este tipo de ránkings no valgan para nada), impecable fotografía, música, montaje, secuencia de créditos... Pero creo que en la sublectura de su historia es donde está la chicha: En menudos jardines te metes tú mismo sin poder salir de ellos, hasta que logras atrapar a otro en todo ese follón. Así, te das cuenta de que tú eras el que te impedías a ti mismo salir de todo eso. Como el testigo lo has pasado, esos fantasmas que te has quitado de encima... Uno se libera cuando el otro se engancha.
Como la vida misma...
P.D.: Dejo un link al blog del amigo Nacho Lasierra que, a propósito de los cortos, ha escrito de algo que a todos los que hemos hecho alguno nos llega al alma: las proyecciones (mal hechas).
4 comentarios:
De acuerdo contigo en todo lo que dices, amigo Pablo. ¡Y qué recuerdos me trae a la memoria esa foto de una tarde colocando sillas mientras la emoción estaba cuidadosamente guardada en un rollo de cinta de 35mm!
Uf! Qué día aquél! Y lo has expresado tal cual! Además, que venía desde Madrid ese mismo día la copia y llegó unos minutos antes del estreno! Como siempre, acabando saliendo bien, pero qué nervios que se hacen...
Pablo, ahora leo tu post. Muchas gracias por todas tus bonitas palabras, no sabes cuánto me alegro de que te gustara. A ver si un día podemos hablar más rato. Un beso!!
Iba a dejarte un comentario pero vi que te retiraste de la vida bloguera! Que vaya bien y mucha mierda!
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