Una de las películas menos valoradas de todos los tiempos es Ford Fairlane. Está basada en unos cómics del mismo nombre que eran una pequeña joya de la estética y valores ochenteros de Los Ángeles. La dirigió ese tío tan acostumbrado a la mediocridad que es Renny Harlin, justo después de acabar la Jungla 2, en el año 1990. Fue producida por el único hombre que podía hacerlo en esos días: Joel Silver y fotografiada por otro de los grandes, al amigo Oliver Wood, que se zampó buena parte de las temporadas de Corrupción en Miami. Tiene una banda sonora prodigiosa a cargo de un grupo tan de moda entonces como Yello (todo recordaréis a Michael J. Fox volviéndose loco en una limusina con el Oh, yeah! Pues eso es de Yello) y en el reparto hay gente como Priscilla Presley, Wayne Newton y hasta los Motley Crüe, todos peces gordos de la música por aquél entonces. En su día ganó todos los Razzies de ese año (los antióscar, vamos) y en Estados Unidos fue un éxito moderado, si bien en algunos países, como España, fue un bombazo. En buena medida, por el infalible doblaje de Pablo Carbonell.
Jamás se la tiene en cuenta. No es que sea una obra maestra ni mucho menos, pero es una de esas películas que, bajo la apariencia de estupidez monumental esconde un pequeño tesoro. En la trama, El detective Ford Fairlane, descubre que Julian Grendell (Wayne Newton) el magnate de la industria discográfica de L.A. estafa a sus socios, incluido Bobby Black (El catante de Mötley Crue) para sacar una buena tajada y de paso, hacer historia. Porque el amigo Julie mata a Bobby Black y lanza a un nuevo cantante que poco o nada tiene que ver con los guitarreos, solos de batería y chillidos-espectáculo de Black Pague, el grupo de Bobby, claro. El nuevo chico del bloque se llama Kyle Troy y es un pijo de mierda hasta decir basta. Canta canciones ñoñas para niñas tontas y es sensiblón hasta hacer daño a la vista. Sin saberlo (o sabiéndolo perfectamente) Grendell se ha cargado el rock and roll, los 80 y su puta madre (¿acaso es casualidad que sea Priscilla Presley su mujer, a la que mata?). En vez de eso, trae los 90, el pijismo redomado, las canciones lánguidas, los grupos de laboratorio… toda la basura que tuvimos para bien y para mal.
Ford Fairlane habla de Los Angeles en los 80. Ford Fairlane habla de chicas explosivas y cochazos. Ford Fairlane habla de ricachos, pervertidos y mangantes. Pero si de algo habla sobre todo, es de la muerte de la vieja guardia. El rock, el gran rock, que surgió en los 70 y continuó en los 80 transformándose en el heavy metal y sus variantes, estaba en la MTV en la década de Naranjito. Billy Idol era dios. Y también Europe, Mötley Crue, Metallica, AC/DC, Joan Jett rompía los moldes y Aerosmith y Bon Jovi hacían cosas de puta madre. Luego la cosa se jodió. Aparecieron los New kids on the block y gentuza por el estilo. Grupos de medio pelo para una era de medio pelo. La MTV se dedicó a ellos y se acabó el rock and roll. Aerosmith y Bon Jovi jugaron la baza de la selección natural y se volvieron unos pasteleros consumados, con sus baladitas glaseadas. Los demás se retiraron a su rincón y sus fieles. Algunos, se fueron a tomar por el culo de verdad.
Ford Fairlane trata de la muerte del rock and roll, de cómo la propia industria de la música introdujo el pijerío y la estupidez (el ultracapitalismo) cargándose a los rockeros. Estoy seguro que Joel Silver e, incluso, Renny Harlin algo sabían del tema, pero realmente viene de la historia original en formato cómic. Eus dice que hay otra versión sin el doblaje de Carbonell, sería interesante verla para saber hasta qué punto cambia. Porque los chistes serán diferentes, pero el mensaje será el mismo: MTV kills the rock and roll.
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3 comentarios:
De puta madre, ni yo mismo lo hubiese descrito mejor. Viva el Rokc & Roll, viva Ford Fairlane y que viva la madre que me pario.
Por cierto, te cagas Moranas.
Suzuki Samurai... Buti time...
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