Hay gente mucho más experta y que conoce el tema más profundamente. Hay la hostia de libros explicándolo, yo no voy a ahondar en retorcidos debates y profundas reflexiones. Sólo voy a exponer lo que parece más relevante: La Gran Conspiración existe.
No es nada masónico, ni astrológico, ni profético, ni tiene que ver con el destino. Es ni más ni menos que la mano que se esconde después de tirar la piedra. Existe a muchos niveles:
Por supuesto, la de los gobiernos. Son acciones mediatizadas y a escala mundial, como pueden ser una elecciones en las que el recuento de votos no está nada claro, pero todo va adelante (¿nos acordamos de USA hace un poquito con el amigo Bush?), o una guerra (¿tantas hostias a lo largo de los años por un país que es el corazón de las plantaciones de opiáceos y mayor exportador de heroína?).
También está la vertiente en los avances científicos. Son mucho más específicas, para quienes les interesen, claro está. Como los virus que se incuban a los niños africanos para probar medicamentos que luego se venderán por millones en el primer mundo.
Luego está la mediática. Es decir, las razones que llevan a los medios de comunicación a defender una serie de cosas o a echarlas por los suelos. Ejemplos hay miles, en la tele, sin ir más lejos, que Cuatro sea de PRISA y, por tanto, pro-PSOE, y su color sea el rojo (¿casualidad con el color socialista?). En los periódicos es muy divertido leer una misma noticia, desde la óptica de distintas publicaciones. Claro está, que se podría decir que eso equivale a opiniones, a criterios de editorial y a cuestiones más personales que mercadotécnicas… Sí, claro. Y hay arco iris de colores a todas horas sobre nuestras cabezas.
Como, no. Está la medioambiental, donde se pone de manifiesto que la capa de ozono se hace pedazos (hace unos 20 años) y, a día de hoy, dicho agujero no existe. Ésta se relaciona directamente con la dietética o alimenticia, en la que unos alimentos malísimos, criticados por todos los médicos del mundo, pasan a ser buenísimos de la noche a la mañana o de estación en estación (el verano pasado, cuando en junio todas las revistas ensalzaban las ventajas de los helados, la falacia de que engordaban y sus bienes para la salud. Claro está, en junio).
No podía faltar la religiosa. A mi es que esta me fascina tanto, que no puedo ni entrar en ella, porque me muero de risa. Llevan 2000 años jodiendo y lo que les queda. Pero tienen mi admiración. Nadie ha conseguido hacer creer a tanta gente la importancia de la virginidad, la decencia, la familia y, sobre todo, La Culpa. Sí, con mayúsculas.
Y, aunque se encuentre dentro de la mediática, la cuento aparte: la cinematográfica. Quizá sea porque es la que mejor conozca. “Tiburón”: Tres hombres, Brody (el Gerald Ford, el americano de clase media cualquiera), Hooper (el judío tecnócrata) y Quint (el John Wayne chapado a la antigua, superviviente de la Segunda Guerra Mundial y apegado a los valores machistas y de duro trabajo) se van a cazar a un bicho que para cada uno de ellos puede significar muchas cosas (desde el comunismo hasta los hippies). En la novela sobrevive tan sólo Brody, claro está que la novela no tiene segundas lecturas. En la película, ¿quién sobrevive? Brody (el americano de a pie) y Hooper (el judío de la clase pujante). Muere Quint, el pasado, los antiguos valores. Y todo esto en un 1975 que supone la vida y la muerte de muchas cosas.
¿Por qué fracasan las películas renovadoras del Nuevo Hollywood que unos años antes triunfaban y Spielberg y Lucas ganan millones? Porque “La Guerra de las galaxias” o “Indiana Jones” son cine en estado puro, pero impiden pensar e ir más allá. Ya no hay desafío a la autoridad, ni radicalismo, ni objeción. Hay valores reaccionarios, una anticipación de lo que será la era Reagan (y que conste que creo que es mi época favorita).
“Acorralado”, es decir la primera película de Rambo, es un alegato a los soldados que vuelven de una guerra inútil que fue Vietnam y no encuentran su lugar en un país que les odia. El resto de Rambos son maravillosos, a mí me encantan, pero no son más que propaganda anti-comunista. La más divertida es “Rambo III”, donde el amigo Sly viaja a Afganistán a entrenar a esos entrañables musulmanes, los Talibanes.
Y esto se extiende no sólo al significado de las películas, también a la promoción, distribución y exhibición de las mismas. Porque no es casualidad que, cuando en 1989 Spike Lee partía como favorito para llevarse la Palma de Oro de Cannes con esa maravilla que es “Haz lo que debas”, fuera Steven Soderbegh quien le arrebatara el premio, la fama y el trono de la independencia con “Sexo, mentiras y cintas de vídeo”.
Para empezar, Spike Lee es negro. Soderbergh es blanco y judío. Spike Lee tiene un par y lo demuestra es sus películas más combativas, como en “Haz lo que debas”, cuando él mismo lanza un cubo de basura a la pizzería de Danny Aielo (italoamericano) y todos los negros del barrio queman el establecimiento de los blancos. “Sexo, mentiras y cintas de vídeo” es una paja mental de yuppies blancos de Batton Rouge, Louisianna, el corazón de Estados Unidos.
Cuando los 80, la década de la decadencia, estaban a punto de morir se veía si no cristalino, sí claro el futuro del cine (independiente). Había que integrarlo – si lo prefieren, el trillado “venderlo” – a la industria. Había que empezar a buscar héroes. ¿Quiénes fueron? Majos chicos blancos como Soderbergh, Tarantino o Kevin Smith. Irreverentes, cuestionables, cabroncetes, mariconazos… vamos los típicos mamones que prohibirías ver a tu hija. Pero no eran unos tipos peligrosos, no al menos como Robert Altman o William Firedkin. No eran tan hijos de mala madre. ¿Spike Lee? Se los hubiera comido a todos juntos. Un negro belicoso que llega a lo más alto y se convierte en el buque insignia del nuevo cine de final de siglo. Sí, claro y después le daban las llaves de la Casa Blanca a los Panteras Negras.
Si las conspiraciones no existen y todo es fruto de la casualidad, la entropía y el caos, todo se convierte en una manera muy fácil de despreocuparse de todo, de meternos un chute de opio a lo Karl Marx y asentir como bebés.
Cuestionar las cosas es el primer paso. El escepticismo es el segundo. Si hoy en día nos creemos todo lo que nos rodea, ya podemos irnos a la mierda, porque vaya futuro nos espera.
Y no es cosa mía, lean "La Gran Conspiración" de Gregorio Parra. Por lo de "Tiburón" y por muchas otras cosas. Como él mimso dice: "La Gran Conspiración. El poder, en última instancia, no es político sino económico. No está realmente en manos de políticos democráticamente elegidos, sino en manos de los que pueden poner y quitar a esos políticos. Todos los ejemplos anteriores, fueran reales o ficticios, argumentan que la Gran Conspiración existe y... ¿es real?"
Hay muchos Kissinger detrás de cada golpe de Estado, de cada acción militar, de cada debate político y cada medio de comunicación. No es una sola persona. Son muchas. Ése es el problema. Y luego ganan el Nobel de la Paz…
1 comentario:
Vamos a ver.Me gusta que todavia queden personas que, como tu, pongan de manifiesto cierto interes por algo que pasa totalmente inadvertido a los ojos de la gente. Pero la gente, es masa y los mensajes se envian a la masa. Yo los llamo analfabetos funcionales y son extremadamente faciles de engañar.Cuando la hipocresia, que es como el estiercol que abona la tierra,inunda las mentes de esta masa, los que manejan los hilos de nuestro destino, se parten de risa y se regalan la vista con nuestras miserias. En el fondo pienso que solo los idealistas puros ven mas alla de toda esta mierda que no hace mas que embozar el pensamiento de la mayoria de los que vivimos en este pedrusco enorme en el que nos movemos a duras penas. Concluyendo dire que la conspiracion existe y estas mar cerca de lo que imaginamos.
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