martes, 20 de marzo de 2012

La invención de Martin

Hace unos días que llevo queriendo escribir un post tras ver La invención de Hugo, la cual me ha sorprendido tanto que, instantes después de salir del cine, me llevó a afirmar en Twitter que era la mejor película de la historia del cine.

Al margen de que una afirmación semejante dará lugar a opiniones encontradas, tengo que decir que es una obra maestra sin más calificación ni medias tintas y que, como gran filme, se merece estar entre cualquier selección de grandes títulos de la historia del cine. Si la admiro tanto, no es únicamente por su empleo del 3D como lenguaje narrativo, sino que como película realmente se merece ese título. Ya querrían muchas películas tener una historia tan potente, tan bien contada y que te atrapa desde el primer segundo. Y si mantengo mi opinión no es solo por eso.

Lo que más me emocionó - y esto sí que no lo esperaba - fue el amor por el cine y por el oficio de hacer cine que inunda la película. De todos es sabida la cinefilia de Scorsese y su empeño en recuperar antiguas latas de celuloide de los pioneros cinematográficos, pero poco podía pensar yo que La invención de Hugo sería no solo una oda a los aventureros que hicieron posible que las imágenes - y la fantasía - se pudiera meter en una serie de fotogramas. Más que eso, es una auténtica declaración de amor por el sacrificado, duro, extenuante, prodigioso, maravilloso, tortuoso, fantástico, penoso, demoledor, increíble y único oficio de hacer cine.

Hay un momento de la película que visionan Viaje a la luna de Mèlies. Al terminar, este mismo personaje irrumpe en la habitación diciendo que "nunca podría olvidar el sonido de un proyector". Desde el momento en que en 3D vi el cohete aterrizando en el ojo de la luna no pude contener lo que llevaba reprimiendo desde hacía bastantes minutos y rompí a llorar. A llorar de alegría. Pues la propia inocencia de sus imágenes me llevaron unos 20 años atrás, cuando siendo un crío me di cuenta que lo que quería hacer en mi vida: cine.

Hay películas que te hacen amar el cine: la imagen sobre la pared de Cinema Paradiso o la visión tan positiva de la vida y el cine que tiene Ed Wood. Pero hasta ahora, no había visto una película que me recordara el amor por hacer cine. La invención de Hugo es FE en estado puro para cualquier cineasta. El amor inocente de Mèlies por el cine, es el mismo amor que todos sentíamos cuando soñábamos con hacer una película, un corto, un documental... lo que fuera y ni siquiera sabíamos cómo hacerlo. Si Mèlies nos enseñó algo es que no importaban tanto las reglas como la voluntad, el deseo y la fuerza de filmar algo... ¡y hacerlo! El cine no puede limitarse a reglas, tiene que ser fantasía, tiene que ser locura, tiene que ser aventura y, ante todo, tiene que ser valiente, tiene que arriesgarse.

Puede que La invención de Hugo sea la primera película de una nueva era. Como ya decía no hace mucho, Mèlies mismo pensaba que las películas deberían ser estereoscópicas en un futuro. Al igual que él los Lumière, e incluso Einsenstein también lo creían. Porque el cine no es algo que se invente en un determinado momento, no es sino la expresión más cercana a la realidad tal y como la vemos y, del mismo modo que ha ido evolucionando a una visión más próxima y realista, seguirá evolucionando hasta límites que no podemos concebir a día de hoy y en los que el 3D, no es más que un paso más, como lo fue el color o el blanco y la imagen en movimiento.

Una de las cosas que me encantó de la película fue cuando Mèlies dice que para hablar de historia del cine habría que remontarse a los pictogramas de las cavernas, algo que ya apuntaba yo precisamente en el post anterior con este tema. Pues desde entonces hasta donde la humanidad llegue, el cine y la manera en que contemos historias en imágenes seguirán acercándose más y más a la manera que tenemos de ver y comprender el mundo. Y esa es razón más que suficiente para ver y para seguir haciendo cine.

Gracias, Martin.

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