Hace unos días, un mensaje de Nacho Lasierra me alertaba: "Acaba de morir Sidney Lumet. Adiós al gran maestro".
Es fácil opinar lo que se quiera de cualquier cineasta, así como de cualquier escritor, pintor, arquitecto, periodista, abogado, médico, albañil, carnicero, camarero o - ¡incluso! - conductor de autobús; pero ya me gustaría ver a todos los que menosprecian el trabajo de los demás, haciendo ese mismo trabajo.
Hacer películas es la hostia. Sí, y vivir de ello es jodidísimo. Por eso, un señor como Lumet que ha llevado una carrera desde que era bien joven hasta los últimos años de su vida se merece, como mínimo, que lo respeten.
Si además de eso, es un cineasta capaz de hacer grandes películas en sus inicios (Doce hombre sin piedad) y cerrar su carrera igualmente por todo lo alto (Antes que el diablo sepa que has muerto), dejando entre medias títulos como Serpico, Tarde de perros o Network, no es para menos que le reconozcamos su maestría. ¿Que tiene títulos olvidables? Bueno, eso ocurre cuando se trabaja y se vive de esto, que muchas veces toca hacer de todo, como en The Wizard. Eso no significa que haya que tacharlo de mero artesano porque sea un director comercial, precisamente sus obras más comerciales (El abogado del diablo, Una extraña entre nosotros, Distrito 34) son las que personalmente encuentro más interesantes, por su apuesta de calidad.
Podría seguir toda la mañana, pero para qué hacerlo si él ya dejó un libro estupendo que todo el que pretenda dedicarse a esta locura del cine debe leer al menos dos veces cada año (Así se hacen las películas) y dice muchas cosas, pero, por hoy, podemos quedarnos con esta: el fondo de la cuestión a la que me enfrento desde el momento en que decido dirigir una película: puedo equivocarme. ¿Y qué? Correré el riesgo. Los críticos nunca lo hacen. Ni el público, si descontamos los ocho dólares que cuesta la entrada ¿Y qué pasa si acierto? Entonces puede que haga otra película. Lo que me dará otra oportunidad de acertar o equivocarme. Y de dedicarme, una vez más, al mejor trabajo del mundo.
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