En un momento de Moteros tranquilos, Toros salvajes, Peter Biskind dice refiriédose a Peter Bogdanovich: “Era un ratón de filmoteca. Se había pasado la vida viendo sombras proyectadas en una pared”. De un tiempo a esta parte llevo reflexionando acerca de lo que supone ver películas, lo que supone hacer películas y lo que supone vivir.
El libro de Biskind es un buen compendio, como un diccionario al que puedes acudir de vez en cuando, para consultar y releer. Biskind habla de Bogdanovich como un tipo que jamás había salido de Nueva York, que no conocía nada del mundo real, que no había echado un polvo, que jamás se había interesado por nada que no fuera el cine, en definitiva. De esta guisa, un tipo como Bogdanovich se había pasado la ida “viendo sombras”, o lo que es lo mismo, viendo películas.
Por más que quiero, no puedo pensar en otra cosa que en el mito platónico de la caverna. Allí, los tipos estaban condenados a ver las sombras de la gente y a creer que eso era la realidad. Entonces ¿ver sombras o siluetas de actores recortadas en una pantalla blanca puede ser otra forma del mito de Platón?
Cuando Bogdanovich se enfrentó a su primera película de estudio, titulada irónicamente La última película (The last picture show, 1971), lo hacía con el convencimiento de que “estaba haciendo mi película John Ford”, como él mismo decía. Se enorgullecía de que las críticas de los diarios más prestgiosos compararan su filme con Ciudadano Kane y se volvía loco años después, rememorando su filmografía diciendo que, igual que ´ésta era su película Ford, tenía también su película Haws, su filme Welles...
Bogdanovich vivía dentro de su propia película. La película de hacer películas.
Sn embargo, su mujer de aquél entonces, Polly Platt, a pesar de sentir el mismo amor por el cine que él, no veía las cosas del mismo modo. Ella había crecido en Europa y también había vivido en el interior del Estados Unidos más mirserable. Había viajado, había conocido mucha gente, había comido, dormido, follado, pensado en muchos idiomas y de diferentes maneras. En resumen, había vivido. Había vivido, y eso era precisamente lo que Peter Bogdanovich no había hecho. ¿O sí? Bueno, él había vivido a través de las películas. Había vivido en su caverna (el cine) viendo las sombras de la pared (John Wayne y Monty Clift conduciendo el ganado en la pantalla).
Platt conocía cada detalle de la novela de McMurtry y sabía cómo ponerlo en la pantalla. Había pasado por todo eso de follar con incomodidades en un coche, hacer que el tío se calentara las manos para tocar los pechos, ver cómo en las pequeñas comunidades todos sabían todo de todos y se jodían - a veces literalemente - los unos a los otros... ella sabía lo que era eso, Peter no.
Muchos dicen que ella dirigió tanto la película como él, y muchos también dicen que Bogdanovich no volvió a hacer películas tan buenas cuando se divorció de Platt. Y no es que algunas no estuvieran bien, es que no estaban tan bien. ¿Por qué? Porque eran películas de sombras en la pared, películas sobre películas. Si La última película es tan buena, es por toda la miseria real que contiene y fue Platt quien logró inyectarla. No digo que ella dirigiera la película. Bogdanovich sabía perfectamente dónde poner la cámara y cómo montar cada plano. Exacto, él de lo que sabía era de cine. Sin embargo era Platt quien sabía cómo la chica debía colgar el sujetador en el rerovisor. Y sería ella quien le diría a Peter cómo debía decirle a la actriz cómo colgarlo.
Bogdanocich dejó a Platt por Cybill Shepherd, de igual modo, por vivir la película de liarse con una modelo de portada. Eso es lo que le dijo a su mujer para dejarla, que era una fantasía que no podía rechazar.
“Deja de hacer las películas de otros, haz las tuyas, coño” Lamata siempre me decía eso. “Déjate de homenajes, joder”, Vigalondo siempre que repetía lo mismo. Sin la autocrítica no seríamos nada y, por eso, he de reconocer que la mayor parte de mi vida, he vivido a través de las sombras de la pared y que he aprendido a hacer cine rehaciendo el que veía. No es ninguna tontería, es como un pintor que aprender copiando los cuadros de otros pintores. En vez coger cuatro naranjas y dos peras, coge un cuadro que ya existe y copia la copia de la realidad.
Uno de los cineastas a los que más he copiado ha sido a Peckinpah. Sin embargo, siempre había intentado hacer las cámaras lentas, los cortes de montaje... todas esas argucias técnicas que veía en sus películas. Con el tiempo y las hostias de la vida, volviendo a ver películas como La huída, ya no veo persecuciones y montajes paralelos, sino fantasmas. Los fantasmas que acosan a McQueen, sabiendo que su mujer se ha acostado con su mayor enemigo, para sacarle de la cárcel y, sabiedo pefectamente, que volvería hacerlo para sacarle de nuevo. Cuando Mc Queen para el coche y la abofetea, no sentía nada especialmente, salvo un acto de violencia. Hoy veo los fantasmas de McQueen, los celos, la impotencia, todo lo que no puede decir y por eso la maltrata, a pesar de que sabe que lo ha hecho porque le quiere. Lo mismo pasa con Perros de paja. Puedes ver las hostias y la violación y todo eso. Pero yo hoy veo a Hoffman sentado en una roca, con la escopeta en la mano, sabiendo que su mujer le ha empujado a ir a esa cacería para que los otros vayan a por ella y la violen. Hoffman sabe que debería ir a rescatarla, que ella lo querría, pero también sabe que si entrara por la puerta, sería ella quien le diría que no es más que un pedazo de mierda, que se largara. Y ella seguiría allí, con todos esos palurdos ingleses entre las piernas.
No me arrepiento de haber visto sólo sombras durante tanto tiempo. Creo que, precisamente por eso, hoy soy capaz de ver los fantasmas, las miserias humanas. Porque, en esencia, el cine que más me ha gustado siempre no habla otra cosa que de las miserias de cada uno. Y por eso Kubrick me ha gustado tanto siempre, quizá. O si no, ¿quién podría hacer una película de terror y basarla en la miseria de una familia, una hsitórica de aventuras y retratar las canalladas y miserias de la época, viajar al espacio y más allá y sólo concebir la estupidez y la propia inutilidad?
Cada día me gusta menos el cine vacío. Por ello no quiero decir que no me lo pase bien y no por ello me encantan los pedantes, de repente. Pero sí que es verdad que si en una película cualquier de hoy en día, Quemar después de leer, por ejemplo, me gusta ver las miserias y la sensación de real de unos personajes que viven aventuras extraordinarias. Hace poco volví a ver Regreso al futuro 2 y me di cuenta de que quizá sea la película más autoreferencial y más intracinematográfica que exista. No habla de nada real salvo dentro del universo ciematográfico. Y quizá, aunque hoy día me sienta más distanciado con ella, no deja de gustarme, pero tampoco sería la película que, hoy día, me encantaría volver a ver o, incluso hacer.
Uno de los más afectados por las sombras en la pared es Tarantino. Es posible que no podamos decir que ha hecho una película mala. Salvo Kill Bill 2 (un coñazo) y Death Proof (más irregular que la hostia) todas sus películas son absolutamente maravillosas. Pero ¿de qué carajo hablan? De otras películas. Y eso es una fórmula que se agota. Quizá sea eso lo que le está ocurriendo ahora y por eso sus películas se desinflan. Quizá las siguientes que haga sean películas que miran a la realidad y no a la proyección de las sombras.
Aunque para eso hay que recibir golpes, eh. Auténticas hostias como panes.
Y encajarlas, claro.
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